Una de las prácticas de gestión que se realizan en el marco del LIFE Albufera es el manejo de los niveles de las distintas parcelas y lagunas, incluyendo la desecación de las lagunas, tal y como se ha realizado en cada uno de los humedales artificiales que participan en el proyecto. Aunque a priori pudiera parecer una práctica agresiva con el medio natural, si se realiza del modo adecuado, la desecación cumple varias funciones vitales para estos humedales:

  • Permite simular el funcionamiento hídrico habitual de muchas lagunas litorales, en el que tras una primavera y verano de fuertes calores y escasas precipitaciones, el agua de las lagunas se evapora o se infiltra en el sustrato;
  • Una vez se recuperan los niveles de inundación, se favorece la germinación de semillas y esporas de macrófitos acuáticos, así como formas de resistencia de estos macrófitos e incluso de algunos inverterbados acuáticos;
  • Permite mineralizar el fósforo y nitrógeno que entra en las lagunas de forma soluble, y que queda en el sedimento después de diversos procesos biogeoquímicos (generalmente bacterias) o en forma de materia orgánica tras ser incorporada a los seres vivos. A fin de cuentas, se trata de inactivar el fósforo y nitrógeno que ha entrado al sistema;
  • Permite realizar una extracción de una gran cantidad de biomasa de ictiofauna exótica e invasora (que impiden el desarrollo de la vegetación sumergida natural) en poco tiempo y poco esfuerzo, que en condiciones de inundación requeriría un esfuerzo muy grande, tanto en personal como en horas de dedicación, y siendo menos efectivo;
  • Una labor que puede realizarse durante el período de migración tanto de aves limícolas, que se alimentan de invertebrados del fango, como de especies piscívoras, como pueden ser las garzas, que agradecen su fácil captura en charcos y aguas someras, dotándolas de mejor condición física para la migración y el inicio del período de cría o invernada;

Estas prácticas de gestión han de tener en cuenta distintos procesos biológicos, entre ellos, como destacables, los relacionados con los ciclos biológicos de la vegetación y de las aves. Así, por lo que respecta a la vegetación, estas prácticas de gestión deben realizarse acopladas al período óptimo de germinación de semillas y esporas, de forma que al inundar se favorezcan estos procesos, o bien al del desarrollo de las plantas tras el período de latencia invernal, desecando cuando las plantas pueden resistir un período de sequía, por corto que sea.

Por lo que respecta a la avifauna, deben tenerse en cuenta por un lado los períodos reproductivos de todas las especies, de manera que no se afecte al establecimiento o productividad de la población reproductora, y por otro lado, otros humedales o lagunas del entorno continúen ofreciendo hábitats adecuados para las especies en el momento de la desecación. 

Reproducir este proceso natural en los humedales artificiales permite al ecosistema acuático, a fin de cuentas, volver al estado inicial, pudiendo ser rápidamente recolonizado por las formas de resistencia de invertebrados y macrófitos acuáticos sumergidos, y permitiendo acciones de gestión directa (retirada de ictiofauna invasora, plantación de macrófitos, etc.) que faciliten alcanzar un mejor estado ecológico.