Con la llegada de las temperaturas bajas en los meses de diciembre y enero y especialmente ante las entradas de masas de aire frío, los humedales artificiales de l’Albufera toman un aspecto diferente, en el que toda la fauna acuática se ve obligada a adaptarse a unas condiciones en principio desfavorables. No en vano, gran parte de la avifauna invernal escoge los inviernos suaves típicos de la cuenca mediterránea tras abandonar las frías zonas de reproducción del centro y norte de Europa debido a la escasez de alimento durante el período invernal (por congelación de agua, del suelo, etc).

Ante estas situaciones, y a fin de compensar los mayores requerimientos energéticos que suponen la bajada de temperaturas, las aves han desarrollado distintas adaptaciones (como aumentar las reservas de grasa, aumentar la tasa metabólica, y desarrollar comportamientos especializados). Sin embargo, estas adaptaciones tienen utilidad a una mayor escala temporal, y no como respuesta a episodios concretos. Así, las aves se ven obligadas, bien a capear el temporal regulando bien la pérdida de energía (hay que aumentar la tasa metabólica pero sin un gasto excesivo de energía, suponiendo cambios de hábitos y comportamientos), o bien a cambiar de lugar (suponiendo un fuerte gasto energético pero a priori compensado en su lugar de destino).

Sin embargo, no todas las aves pueden afrontar esta decisión. Algunas aves, de cuerpos pequeños y sin apenas reservas de grasa, como son los mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), buitrones (Cisticola juncidis) o ruiseñores bastardos (Cettia cetti), pueden morir por efecto del frío. Otras aves, como los martines pescadores, pierden condición física debido a que les resulta más difícil pescar cuando la superficie del agua se congela. Estos días fríos de diciembre y enero en los que los humedales artificiales han aparecido con una lámina de hielo en sus aguas, no ha sido raro ver algunas lavanderas blancas (Motacilla alba) correteando sobre el hielo en busca de pequeños insectos atrapados en el mismo, o bien los calamones (Porphyrio porphyrio) intentando mantener el equilibrio mientras corren –más bien patinan- sobre el hielo.

El seguimiento en estas circunstancias, especialmente el desarrollado mediante anillamiento científico, que permite estudiar la condición física de las aves, resulta de vital importancia. Si sobrevivir al invierno es clave para el mantenimiento de las poblaciones, más lo es cuando las condiciones son extremas. No en vano, muchas aves acuáticas se emparejan ya en esta estación, o bien tienen que partir hacia sus lugares de cría al poco tiempo de finalizar el período de menores temperaturas. Por ello, todo lo que ocurre en estas fechas tiene una vital trascendencia para la época reproductora.